D053 Custodia de la creación con tierras de propiedad de la Iglesia
Se resuelve, con la aprobación de la Cámara de ________________,
Que la 79ª Convención General recomiende que todas las diócesis, parroquias y misiones creen asociaciones que permitan el uso de tierras de propiedad de la iglesia para proyectos de agricultura regenerativa y conservación de la biodiversidad con el fin de mitigar el cambio climático; y que además
Resuelve que la Convención General solicite que el Grupo de Pensiones de la Iglesia ponga a disposición del Consejo Asesor sobre la Custodia de la Creación y de cada diócesis un inventario de todas las propiedades de la Iglesia aseguradas por la Compañía de Seguros de la Iglesia que contengan terrenos no mejorados de medio acre o más que puedan ser adecuados para tales proyectos; y que además
Resuelve que la Convención General solicite que cada Diócesis considere el potencial de utilización de los terrenos de propiedad de la iglesia para nuevos ministerios que integren la administración de la Creación, particularmente en situaciones en las que las propiedades ya no son utilizadas regularmente por una congregación parroquial; y que además
Seresuelve que el Consejo Consultivo para la Custodia de la Creación se encargue de desarrollar procesos modelo mediante los cuales las diócesis y las parroquias puedan colaborar con organismos asociados para secuestrar carbono a través de la agricultura regenerativa y para conservar las especies a través de la restauración y el desarrollo del hábitat.
Explicación
La Resolución 1991-A195, adoptada por la 70ª Convención General hace más de 25 años, declaró que la administración cristiana del medio ambiente creado por Dios, en armonía con nuestro respeto por la dignidad humana, requiere una respuesta de la Iglesia de la mayor urgencia. Esta urgencia no ha hecho más que aumentar en las últimas décadas. En el Génesis leemos que Dios creó a la humanidad del polvo de la tierra y nos puso en un jardín para que lo cultiváramos y lo conserváramos. En el Apocalipsis vemos que cuando Cristo vuelva, la tierra se convertirá en una ciudad-jardín, con el agua de la vida fluyendo libremente y el árbol con las hojas para la curación de las naciones en su centro. Mientras esperamos ese día, somos conscientes de que Dios nos hizo de una misma sustancia con la tierra. Como testigos del amor de Dios, la Iglesia tiene la oportunidad de hacer un mejor uso de nuestra propiedad infrautilizada para crear proyectos tangibles que secuestren carbono y preserven las especies. Podemos hacerlo en terrenos que ya poseemos, en colaboración con los vecinos a los que estamos llamados a amar y servir. Tales proyectos de ministerio ecológico crean oportunidades para que mostremos y contemos el amor de Dios en Jesucristo y demostremos que el cristianismo y la ciencia son socios, no enemigos.