D041 Protección de Jerusalén

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El traslado de la embajada de Estados Unidos en Israel de Tel Aviv a Jerusalén en mayo de 2018 fue una acción en contradicción y oposición a 70 años de práctica internacional y política estadounidense. La Iglesia Episcopal debería sumar su voz a una desaprobación internacional casi universal del traslado. Además, los Patriarcas y jefes de las comunidades cristianas de Jerusalén se opusieron unánimemente a la mudanza como un respaldo a la inevitable reivindicación de la soberanía única sobre la totalidad de la Ciudad de Jerusalén, lo que sería inimaginable para los residentes cristianos y musulmanes de la ciudad. La Iglesia Episcopal siempre ha rechazado la afirmación unilateral de la pretensión de soberanía de Israel sobre toda Jerusalén, incluso mediante declaraciones formales de la Convención General que se remontan al menos a 1979, así como en posiciones adoptadas por el Consejo Ejecutivo. Además, el traslado de la embajada se suma a la creciente sensación de peligro y amenaza de desplazamiento de los residentes no judíos de la ciudad, ya patente en la revocación de los derechos de residencia de miles de palestinos, la apropiación de viviendas palestinas, el establecimiento de nuevos asentamientos exclusivamente judíos en la ciudad y la frecuente restricción del acceso de musulmanes y cristianos a los lugares sagrados. Desde el Plan de Partición de las Naciones Unidas de 1947, el mantenimiento de Jerusalén como ciudad internacional perteneciente a todos los credos ha sido un eje de la resolución del conflicto israelo-palestino. El traslado de la embajada estadounidense y las mencionadas acciones hostiles del Estado de Israel amenazan ese estatus y reducen aún más las ya frágiles perspectivas de una resolución justa y pacífica. Otra preocupación primordial es el daño que podría causarse al carácter profético de Jerusalén como Ciudad Santa de Dios, la única expresión física, social y espiritual de la voluntad divina de paz y armonía entre todos los hijos de Dios: judíos, cristianos, musulmanes y todos los demás, incluidos los hombres y mujeres seculares. Para que la resolución sea eficaz, es esencial que los episcopales en general la entiendan y la hagan suya como una cuestión de profunda preocupación. Para ello, la Resolución insta a la Cámara de Obispos a emitir una Carta Pastoral que explique la naturaleza profética de la posición de la Iglesia sobre Jerusalén y anime al estudio, la reflexión y la acción de todos los episcopales para apoyar la identidad profética de Jerusalén como Ciudad Santa de la Paz.