D023 Modificar los cánones III.6.5(g)(4), III.8.5(h)(4) y III.10.1.(c)(4) y crear un grupo de trabajo
El trato equitativo de cualquier ser humano es fundamental para el mandamiento de Dios de amar al prójimo. Sin embargo, los datos sobre la remuneración del clero y los informes anecdóticos de las mujeres de la Iglesia, tanto del clero como de los laicos, demuestran que el sexismo sigue siendo un pecado del que la Iglesia debe arrepentirse. Es fácil sugerir que porque hay mujeres en el clero, con varias como obispos, y una que ha servido como Obispa Presidenta, que nosotros, la iglesia, estamos de alguna manera en una era Post-Sexismo. Como sabemos por argumentos similares con respecto a la raza en la elección del primer Presidente afroamericano de los Estados Unidos y Obispo Presidente, simplemente no es el caso. Los datos del Church Pension Group (CPG) dejan claro que las mujeres del clero todavía se enfrentan a enormes desafíos en lo que respecta a la contratación y la compensación.1 La iglesia debería estar a la vanguardia de la igualdad de oportunidades para todos, pero está lejos de esa marca. Todavía hay algunos lugares en la Iglesia Episcopal en los que las mujeres del clero no tienen ninguna posibilidad de ser contratadas y han tenido dificultades en el proceso de ordenación. A la desigualdad se suma el hecho de que la brecha en la remuneración sigue a las mujeres del clero hasta su jubilación, ya que ésta se basa en la remuneración. Además, las mujeres del clero han denunciado el acoso sexual y la desigualdad en el lugar de trabajo por parte de sus compañeros, de los dirigentes episcopales y de aquellos a los que sirven, los laicos. Estas denuncias reflejan las de la sociedad en la que vivimos, e incluyen tocamientos inapropiados, comentarios despectivos y agresiones directas. Las mujeres del clero han recurrido a grupos privados de Facebook para asegurarse de que sus voces y experiencias puedan ser escuchadas en una comunidad segura y de apoyo. Esa comunidad debería ser la iglesia en general, pero lamentablemente no lo es. La Iglesia debería estar siempre a la vanguardia de la justicia, y la situación y el trato de las mujeres y las niñas debe formar parte de esa misión evangélica. Esta formación requerida es un comienzo en esa dirección - exponiendo el sexismo que ha infectado nuestros corazones y mentes para que podamos cambiarnos a nosotros mismos, y a nuestra iglesia. Al igual que las formaciones contra el racismo han abierto los ojos de muchos en la iglesia, cambiando nuestra cultura de prejuicios, se espera que la formación contra el sexismo haga lo mismo. También sabemos que esto es sólo un paso hacia la justicia, no es una justicia completa. Hay que hacer más. Sin embargo, nunca podremos esperar liberarnos de la tiranía del sexismo y la misoginia, ni ser un ejemplo del amor inclusivo de Dios, si no trabajamos para cambiar nuestra cultura, y por ello debemos empezar por entrenar nuestros ojos, mentes y corazones para reconocer nuestros prejuicios y los de la iglesia.
Explicación
El trato equitativo de cualquier ser humano es fundamental para el mandamiento de Dios de amar al prójimo. Sin embargo, los datos sobre la remuneración del clero y los informes anecdóticos de las mujeres de la Iglesia, tanto del clero como de los laicos, demuestran que el sexismo sigue siendo un pecado del que la Iglesia debe arrepentirse. Es fácil sugerir que porque hay mujeres en el clero, con varias como obispos, y una que ha servido como Obispa Presidenta, que nosotros, la iglesia, estamos de alguna manera en una era Post-Sexismo. Como sabemos por argumentos similares con respecto a la raza en la elección del primer Presidente afroamericano de los Estados Unidos y Obispo Presidente, simplemente no es el caso. Los datos del Church Pension Group (CPG) dejan claro que las mujeres del clero todavía se enfrentan a enormes desafíos en lo que respecta a la contratación y la compensación.1 La iglesia debería estar a la vanguardia de la igualdad de oportunidades para todos, pero está lejos de esa marca. Todavía hay algunos lugares en la Iglesia Episcopal en los que las mujeres del clero no tienen ninguna posibilidad de ser contratadas y han tenido dificultades en el proceso de ordenación. A la desigualdad se suma el hecho de que la brecha en la remuneración sigue a las mujeres del clero hasta su jubilación, ya que ésta se basa en la remuneración. Además, las mujeres del clero han denunciado el acoso sexual y la desigualdad en el lugar de trabajo por parte de sus compañeros, de los dirigentes episcopales y de aquellos a los que sirven, los laicos. Estas denuncias reflejan las de la sociedad en la que vivimos, e incluyen tocamientos inapropiados, comentarios despectivos y agresiones directas. Las mujeres del clero han recurrido a grupos privados de Facebook para asegurarse de que sus voces y experiencias puedan ser escuchadas en una comunidad segura y de apoyo. Esa comunidad debería ser la iglesia en general, pero lamentablemente no lo es. La Iglesia debería estar siempre a la vanguardia de la justicia, y la situación y el trato de las mujeres y las niñas debe formar parte de esa misión evangélica. Esta formación requerida es un comienzo en esa dirección - exponiendo el sexismo que ha infectado nuestros corazones y mentes para que podamos cambiarnos a nosotros mismos, y a nuestra iglesia. Al igual que las formaciones contra el racismo han abierto los ojos de muchos en la iglesia, cambiando nuestra cultura de prejuicios, se espera que la formación contra el sexismo haga lo mismo. También sabemos que esto es sólo un paso hacia la justicia, no es una justicia completa. Hay que hacer más. Sin embargo, nunca podremos esperar liberarnos de la tiranía del sexismo y la misoginia, ni ser un ejemplo del amor inclusivo de Dios, si no trabajamos para cambiar nuestra cultura, y por ello debemos empezar por entrenar nuestros ojos, mentes y corazones para reconocer nuestros prejuicios y los de la iglesia.